Torre Salafranca
La torre construida en sillería tiene planta prismática y base ataludada, alcanza los 10 metros de altura gracias a sus muros que llegan a superar el metro de espesor. El espacio interior consta de planta baja y dos alturas, rematadas con una terraza en cubierta. Las plantas superiores se comunican con una escalera de caracol. La solidez de la arquitectura exterior contrasta con la modestia de los materiales constructivos empleados en el interior de la fortaleza, ya que los techos se configuran mediante un entrevigado rematado en revoltón de yeso descansando sobre los muros. La cara sur la torre contaba con dos troneras, hoy cegadas, se trataba de unas ventanas estrechas que servían a la defensa del conjunto. La fachada noble de la vivienda cuenta con un escudo nobiliario.
Aparecen en el enclave dos peculiaridades vinculadas directamente con el agua. Por un lado, la torre cuenta con un aljibe al que se accede por una pequeña puerta desde el exterior. Los cronistas D. Isidro Buades y D. J. Ramón Martínez nos cuentan que resulta enigmático que el acceso al aljibe se haga desde el exterior. Pensemos que si tuviéramos que buscar refugio en el interior de la torre porque estamos siendo atacados por un grupo de piratas, no resultaría muy recomendable salir al exterior para abastecernos de agua. Esto puede indicarnos que bien el pozo se construyó una vez que la torre perdió su función defensiva, o bien que pudo existir un acceso desde la vivienda al interior del pozo. Como la vivienda ha sufrido numerosas modificaciones a lo largo del siglo XX, tampoco resulta fácil datar su época de construcción, por lo que de momento dejamos este interrogante sin respuesta.
Otra de las curiosidades de la torre relacionada con el agua tiene que ver con el sistema de riego. Si bien la morada cuenta con una balsa en el interior de la finca y muy cerca del paraje, entre Salafranca y la ermita de Santa Ana, encontramos otra, existe una hermosa fotografía de los años 40 en la que podemos ver otro estanque de gran tamaño que lamentablemente no perdura en la actualidad.
Conocer y difundir el maravilloso legado cultural que pervive en el Camp d’Alacant puede contribuir a evitar la futura pérdida de otros vestigios heredados de su fascinante pasado.